Germán
irrumpió en la sala con un periódico en la mano.
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Mira
lo que me ha dado Pelusa, Walker
-
A
ver, a ver…
Era un
ejemplar de “La Razón”
de hace unos días. La noticia de portada es una serie de elogios a las
intenciones del ministro de eso que llaman justicia sobre los recortes (también
aquí recortan estos) que pensaba aplicar en la actual legislación sobre la
interrupción voluntaria del embarazo. Luego pasan a comentar la satisfacción
existente en los círculos próximos a esto que llaman “Iglesia Católica” por
este motivo, otra página ilustrando el caso de una feliz familia que decidió no
seguir los consejos de los ginecólogos en este sentido y que el Señor les
premió con el feliz nacimiento de un hijo rebosante de salud y energía que
hacía cortes de mangas a todos los métodos de diagnóstico prenatal. Y a
continuación unas sesudas opiniones de sesudos colaboradores sobre si “la
consigna de la izquierda es tomar la calle”. Y ya no tuve estómago para leer
mas.
-
La
madre que los parió… estos ven bien la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en
el propio…
-
¿Por
qué lo dices, Walker?
-
Joder,
porque protestan por que la gente sale a la calle a protestar y no se acuerdan
de cuando salían los obispos ataviados con todos sus faldumentos y arreos
episcopales presidiendo manifestaciones callejeras de rebañitos de familias
cristianas, dispuestos a tomar la calle para protestar por la espantosa
agresión que sufrían las familias ante la legalización de los matrimonios homosexuales
y los cambios en la ley del aborto, entonces sí que estaba legitimado salir a
la calle a tocar los cojones…
-
Hasta
que les soltaron la mosca y dejaron de protestar
-
Como
siempre…
-
¡La
puta que los parió!.
-
Y
ahora están felices con la “gallardonía” del señor ministro y molestos con los
trabajadores que protestan porque se ven obligados a vivir cada vez con menos.
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Es
que tienen que pagar sus deudas
-
Ya
te digo…
-
Y
ahora… ¿qué piensan hacer, meter en la cárcel a la pobre infeliz que decida
deshacerse de un embarazo no deseado, o alterado?, ¿encarcelar a aquella que no
quiera dar a luz a un niño enfermo y malformado?. ¿Encerrar a los médicos que
la atiendan?. Ya se pondrán esos colectivos pro-vida a hacer la vida imposible
aquí a todo dios.
-
Pues
tenéis suerte de que aquí no estén los del turbante, porque si mandaran los
imanes en vez de los curas, lo que harían sería coger a la tía en cuestión,
enterrarla hasta las rodillas y reventarla el cuerpo y la cabeza a pedrada
limpia – señaló otro inquilino.
-
Pues
ya me imagino yo a estos pro-vida amontonando las piedras…
-
Estos
de la sotana o el Yunque o su puta madre no escatimaron medios de comunicación,
plataformas y mamadurrias para vocear consignas encaminadas a socavar a los
otros y terminar metiéndonos a todos por el culo a esta panda de impresentables.
-
Y
ahora, después de tanta ayuda recibida, tienen que pagar como chinos… ya ves lo
que pasa… van y les eximen de impuestos, a esos no les recortan un duro y por
si fuera poco, se ponen a legislar de acuerdo con los criterios del santo padre
romano ese de los cojones.
Germán
empezaba a alterarse visiblemente con esta conversación. Ya me estaba empezando
a pesar haberla iniciado. Pero lo peor – claro está – estaba por venir.
-
Cagüendios,
Walker, cagüendios…. ¡ME CAGO EN DIOS! Si aquí se les hubiera pasado por la
guillotina como en Francia, esto habría sido otro cantar, pero no, aquí fuimos
la puta reserva espiritual de Occidente, herederos del Sacro Imperio
Románico-Germánico y unos putos quijotes arruinándonos hasta las cejas peleando
por el puto dios ese de los judíos. Porque no lo olvidéis ¿eh?, que judíos,
cristianos y musulmanes lamen la polla del mismo hijo de puta de dios…
-
Déjalo,
Germán, no merece la pena.
-
¡Claro
que merece la pena, Walker, me cago en dios! – vociferó – o ¿acaso no sabes por
qué tienen tanto interés en que nazcan niños a toda costa?
-
Dime,
Germán – le dije con suavidad intentando calmarle.
-
Si
nacen niños, como sea, esto se les llena de siervos, mano de obra para el
capitalista, consumidores en potencia y ovejitas para estos hijos de puta de
pastores… si se forman familias a toda costa, tienen cogidos por los huevos a
padres y madres de familia, dispuestos a dejarse pisar lo que haga falta en pro
del “pan de sus hijos”, y así están bien sujetos a cualquier cosa que se les
antoje a los amos, porque tú sabes,
Walker, que aquí se cambia de capataz pero el amo es siempre el mismo… Si nacen
niños con taras, mejor, así pueden hacer ver su puta caridad, y a lo mejor
hasta se los follan sin riesgo de que se quejen después y pidan indemnizaciones,
y eso en el mejor de los casos, o te crees tú que va a ir el cabrón del obispo
a llevar dinero a la pobre familia que le caiga la desgracia de tener un hijo
tarado o con un síndrome grave de esos a mantenerlo, si nacen niños desgraciados…
-
Vale,
Germán, déjalo
-
¡No
me sale de los cojones tío! – cada vez más alterado – ¡Y has de saber que a
estos hijos de puta les interesa que esto se llene de mal nacidos por un simple
hecho de corporativismo, cagüendios!
-
Eso
no lo entiendo Germán
-
¿El
qué no entiendes, Walker de los cojones?
-
Lo
del corporativismo – le dije intentado mantener la calma todo lo posible.
-
¡Pues
es muy fácil tío, muy fácil!
-
Dime,
anda…
-
Toda
esta peste de curas, de carcamales, de cristianitos de los cojones, de
pro-vidas de los cojones, de Torquemadas de los cojones, de abrazasotanas,
chupacirios y meapilas, todos estos cristianos viejos, derechotes y fascistas de
los cojones también, no son más que una panda de malnacidos e hijos de puta, y
se oponen al aborto para que esto se llene de malnacidos e hijos de puta como
ellos, ¡corporativismo, Walker, puto corporativismo, cagüendios!
-
Coño,
Germán, no llames malnacidos a los pobres niños con taras, hombre…
-
Digo
Walker, que esos niños no tenían que haber nacido, igual que tanto hijo de puta
que nos hace la vida imposible. Ya ves, ¡hostias!, hay demasiado hijo de puta
en este país como para que éstos quieran que haya más todavía. ¡Es puto
corporativismo!
-
Germán,
por dios, para ya de decir burradas, hombre
Con los
ojos inyectados de sangre, Germán me agarró de las solapas del pijama y empezó
a zarandearme con violencia mientras yo dejaba los brazos colgando e intentaba
que se serenase.
-
Si
digo que muchos de estos no tendrían que haber nacido, lo digo con todo
fundamento y conocimiento de causa, cagüendios. Que yo soy hijo de puta, que yo
quise ser cura y que un día yo trabajé para esta puta panda de cabrones…!
Y ya no
pudo decir más. Aparecieron cinco enfermeros que lo sujetaron con firmeza y lo
llevaron en volandas a su habitación. Ya sabíamos lo que le esperaba. Unos días
de cama, correas e inyecciones.
Me
siento mal por ello. No debí seguirle la discusión ni contravenirle, aunque es
probable que se hubiera liado con otro inquilino. Tampoco entiendo por qué la
tonta esa de Pelusa tuvo que darle este ejemplar de la prensa, sabiendo cómo es
Germán y como responde a estas cosas. Ya sabemos que Pelusa es una mojigata que
vive en su mundo, convencida de que esta iluminada por dios y que tiene que
hacer apostolado cristiano para ganarse un mejor puesto en el cielo.
Sumido
en estos pensamientos y en esta sensación de pesar, me tocan el hombro. Era ella.
Su mirada, cargada de cólera fría reflejaba el malestar que había entre el
personal del frenopático por el incidente que acababa de acontecer.
-
¿Qué
es lo que ha pasado? – Me preguntó.
-
Pues
nada, que vino Germán con este periódico – le señalé un montón de papeles
arrugados y medio rotos que yacían en el suelo, víctimas de la refriega – y…
-
¿De
dónde sacó ese periódico si puede saberse?
-
Bueno…
él dijo que se lo había dado Pelusa…
-
¿Pelusa?
-
Sí…
Arrugó
la cara y puso una expresión a la que sólo le faltaban las palabras “esa tonta
de los cojones tuvo que ser”.
-
Vale
– Y salió como una exhalación al pasillo en dirección al control de enfermería.
Y en
fin, uno que es muy curioso y amante de las peleas de gallinas, salió al
pasillo a ver qué pasaba. Al poco la vi salir con Pelusa caminando hacia un
despacho, ella con cara de pocos amigos y la otra con cara de compunción.
Discretamente, como quien no quiere la cosa me acerqué a la puerta, con las
orejas bien abiertas. Las voces salían con escasa timidez al pasillo.
-
¿Se
puede saber por qué le tuviste que dar ese periódico a Germán?
-
Hombre,
pues como en un tiempo tuvo vocación, pensé que…
-
Pues
ya has visto lo que ha pasado con tu genial idea. Que sea la última vez que se
te ocurre…
Un
cuidador me animó a seguir caminando y me cogió el relevo en la tarea de
escucha. Está claro que Pelusa no cae bien en la planta. Es una sustituta que
entró con mal pie. Pobre chica… Aunque no puedo evitar sonreír con malicia…