Toda la locura encerrada en la Muralla de Lugo

Toda la locura encerrada en la Muralla de Lugo

Ocurrencias Delirantes

10 de abril de 2011

OCURRENCIA DELIRANTE IX


La ausencia de estos días no ha sido atribuible al Sinogan que, afortunadamente, han dejado de darme por las noches. En realidad, ha sido por falta de cosas que contar. Y es que la vida transcurre dentro de los muros de este frenopático encajonada en una monotonía gris y vacía. Levantarse, asearse, desayunar y fingir la toma de las pastillas, ir a las actividades de terapia ocupacional o, lo que es más frecuente, al butacón de la sala de estar, una visita médica cada vez más breve, comida y, de nuevo, falsa toma de medicación, siesta, paseo, merienda, otra vez el butacón de la sala de estar ante el televisor, cena y evasión de pastillas, un pis y a la cama. Hasta estas escapadas al despacho de la doctora Salazar a contarte mi triste vida, querido lector, están comenzando a ser engullidas por los ávidos dientes del tedio.

Realmente, el tiempo transcurre aquí con una lentitud exasperante. Así que todos, de una u otra manera, acabamos cayendo en la misma actividad: ir a dar la lata al control de enfermería. Que si me duele la cabeza, que si me duele una muela, que si quiero un cigarro, que si tengo hoy paseo... es la misma murga que los críos dan a sus madres; así, sin otro motivo especial que el de recibir una mínima atención, una señal de reconocimiento, un poco de caso. Para nosotros, los que nos movemos en pijama y batín, cualquier gesto del personal supone una señal de que no somos transparentes, de que aún dentro de nuestras dos dimensiones, somos algo para alguien. Por eso, ese mínimo reconocimiento, aunque sea un rechazo o una riña, nos produce una reconfortante sensación que dura un buen rato. Y no digamos si logramos sacar de sus casillas a la enfermera. Eso ya es para nota. Ahora pienso en la paciencia que tienen estos profesionales para aguantar día a día a la misma gente y las mismas monsergas.

A parte de estas interacciones con el personal que se ocupa de nuestro cuidado, reconozco haber encontrado algún entretenimiento conversando con Germán. No agota, desde luego, mi capacidad para la sorpresa. Dentro de lo que es su discurso a caballo entre el sermón y la oratoria parlamentaria - de no ser por las palabras malsonantes y las blasfemias - siempre tiene la habilidad de sacar un conejo de la chistera y dejarme completamente asombrado. Cada día estoy menos convencido de su locura, llámenla esquizofrenia o paranoia y, en todo caso, nunca tan severa como considera el ínclito doctor Valle.

-         ¿Sabes, Walker, que yo estudié para cura?
-         ¿Sí?. Vaya. Nunca lo hubiera imaginado a tenor de todos esos juramentos que formulas cada día.
-         Pues claro, Walker, es justamente por eso: yo puedo acordarme de y ciscarme en lo sacrosántico, pleno  de fundamento y conocimiento de causa.
-         Ya, ya lo veo, ya…
-         Te voy a revelar un secreto, Walker. ¿Preparado?
-         Preparado – dije con tono resignado -.
-         ¿Tú sabes, que adores a quien adores, estás siempre adorando al mismísimo diablo?
-         No, no tenía ni idea, Germán.
-         Pues así es, Walker. He descubierto que toda esta sarta de religiones monoteístas están cimentadas sobre la misma ciénaga de mierda. ¡Y vaya mierda!.
-         A ver, cuéntame eso, anda - dije con la curiosidad excitada -.
-         Cógete el puñetero libro del Génesis, Walker, y léelo despacio. Léetelo.
-         ¿Puñetero libro, dices?
-         Sí. Puñetero, Walker. Porque lejos de abrir el entendimiento al hombre, lo han sepultado en las simas más profundas de la ignorancia, la alienación y la confusión, envenenándoles con  una serie de estúpidas leyendas omniexplicativas. Y todo lo que han hecho ha sido sembrar penas y miserias a su paso.
-         Son los hombres, no los libros, Germán.
-         ¡Son las putas ideas que transmiten los putos libros, igual que las putas pulgas trasmiten la puta peste que enferma a los hombres!, ¡joder!
-         Puede que tengas razón, Germán. Al fin y al cabo, dicen que el hombre es el único ser capaz de matar por un ideal… como la tipeja esa de la tele, la del “yo por mi hija ma-to, ¿entiendes?” – le dije malévolamente.
-         ¡Ja, ja ja…! Veo que vas entendiendo.
-         A ver, cuenta. – La verdad, es que empezó a interesarme la cosa - .
-         Bueno, Walker, la base de las tres jodidas religiones monoteístas está en ese libro de libros lleno de disparates, de los cuales, el jodido Génesis es el primero, ¿no?.
-         Sí, de acuerdo. Y tal como dices, es el mismo punto de partida para judíos, cristianos y musulmanes.
-         Y todos aseguran que su contenido constituye la Verdad Revelada, ¿no?, es decir, que el mismísimo dios se puso a soplar a la oreja del iluminado de turno cuanto quería que el hombre supiera de él, ¿no es eso?
-         Eso nos enseñaron, Germán.
-         Pues si eso es lo que ha revelado dios al hombre es como para cagarse pantalones abajo. 
--         ¡Hala!, pero que bruto eres, ¿por qué dices eso, Germán?
-         Porque, de acuerdo con ese puto libro, resulta que el tal dios único y verdadero ese de los cojones, padre, creador y señor de todas las putas cosas, base de todas estas putas religiones, no es más que un perfecto hijo de puta, padre de todos los demonios. - dijo exaltándose y levantando poco a poco el tono de voz.
-         No te pases, Germán, no te pases…
-         ¿Que no me pase…?.¡Cagüendios, Walker!, léetelo despacio y dime después qué hostias es lo que entiendes. A ver, ¡cojones!. El Génesis no narra otra cosa que la historia de la locura de un dios inepto, chapucero, engreído e incluso malvado, que juega con el hombre como un crío con los Madelman o como ese tal Skinner con sus ratas.
-         A ver...
-         Primero pone a Adán la tentación en forma de prohibición, sabedor de que va a caer en desobediencia. Yo sé que lo hace a propósito para disfrutar castigándolo, porque desde que lo creó, ya estaba pensando en cómo putearlo. No conforme con eso, alienta e instiga el primer crimen de la historia, abonando la rivalidad entre hermanos, sembrando la envidia, haciéndola crecer día a día, a base de preferir una dieta carnívora y ciscarse en la vegetariana, que al muy cabrón no le gustaba el humo de quemar cereales y hortalizas. Y así tener bien puteado Caín sabedor igualmente de que va a cometer su crimen.
-         Bueno, hombre...
-         Después le da un arrebato de rabia, al ver la mierda de mundo que ha creado y decide cargarse casi toda la creación ahogándola en un diluvio salvaje, a hombres y bestias, así, porque le sale de los cojones. Después hace lo mismo pero ya en una ciudad de maricones, deja viudo a un pobre hombre al que consideraba justo, sólo porque a su mujer se le ocurrió darse la vuelta para ver el espectáculo de cólera y destrucción que había organizado, aunque – eso sí – es capaz de mirar para otro lado mientras ese buen hombre se folla a sus dos hijas.
-         ¡Ah, lo de Lot!, ya pero…
-         Si esto te parece poco, aún es capaz de tentar al fanático de Abraham embaucándolo con promesas, para que mate a su único hijo y se lo queme para fumárselo, y cuando el muy imbécil está a punto de cometer tan horrendo crimen por mandato divino va y le dice poco más o menos que era broma, que se trataba de poner a prueba su fe. ¿Cómo crees que luego miraría este hijo a su padre?. ¿Qué podría contar de su infancia?. Y encima, para celebrarlo, van y asesinan a un pobre carnero que ninguna culpa tenía del asunto, solo porque se le ocurrió pasar por allí. Hace que una madre y un hijo se confabulen contra el bueno de Isaac, ese que estuvo a punto de morir antes por su capricho, para engañarlo y desheredar a su primogénito, hijo preferido y legítimo heredero… Y si sigues leyendo es para mear y no echar gota.
-         Dicen que las escrituras deben tomarse como metáforas, que está contando algo más importante.
-         No, Walker, los libros dicen lo que dicen y punto. Y no nos vamos a poner a mamonear con la chifladura de la cábala, que esos sí que están para que les encierren aquí, ¡joder!
-         Creo que estás un poco predispuesto contra la deidad, Germán.
-         Pero si no retrata más que a un jodido vicioso del humo, que quiere que quemen toda su puta creación para acabársela fumando, ¡joder!, que sólo así se relaja. ¡Cagüendios!, ya le podían quemar cosechas de opio, a ver si nos deja en paz de una puta vez. Pero no, no le gustan las yerbas, lo que le encanta es la sangre. Y luego ya eso de que mande a su hijo y se lo sacrifiquen excede cualquier extremo de crueldad. ¿Donde hostias está ese dios que te ha creado y te ama?. ¿Qué clase de padre en su sano juicio haría tantas putadas a sus hijos?.
-         Ya, ya…
-         Y luego, ¿cómo le ha ido a lo largo de la historia a ese pueblo presuntamente elegido?. Y esa es otra, ¿a qué viene escoger a un pueblo y tenerlo enchufado?, ¿no somos todos iguales a los ojos de ese dios?. ¿Y por qué el pueblo hebreo?. Y, encima, se dedica a joder a los otros, mira cómo les fue a los egipcios después de haberles dado asilo y mira también cómo agradeció Moisés el haber sido tratado como un hijo por el mismísimo faraón.¡Vaya mierda, Walker!. Me lo imagino como una viciosa vampiresa, cantando el cuplé de “fumar es un placer” gozando con el humo del holocausto perpetrado por el Tercer Reich, el humo de su pueblo elegido, y luego el de los japoneses de Hiroshima.
-         Visto así...
-         Y, al final, sólo encontré una explicación, Walker para tanto desatino.
-         Dime.
-         Eso me costó la expulsión del seminario, ya te lo contaré otro día. Pero fue como descubrir una tercera dimensión.
-         ¿Qué descubriste, Germán?
-         Que el libro de los libros no es más que un engaño. Propaganda del señor de todos los demonios para que le adoremos.
-         ¿Cómo es eso?
-         Mira, toda la hostia esa de la Guerra de las Galaxias en el Cielo que inventaron los profetas y el pirado de San Juan, nos la han contado al revés.
-         ¿A qué Guerra de las Galaxias te refieres?
-         A la de la batalla celestia que hubo tras la sublevación del ángel de la luz, de Lucifer. Si, Walker, nos lo han contado al revés: el ángel derrotado y caído, confinado en los infiernos es, en realidad, el verdadero creador que acabó traicionado por los arcángeles encabezados por San Miguel, quien se alió con semejante impostor y verdadero padre de todos los demonios que reinan ahora en los cielos y la tierra.
-         Eso es muy fuerte, Germán, ¿por qué piensas eso?
-         Porque si no es así, ¿a qué viene este afán en ser adorado en todo el orbe como dios único y verdadero?. ¿A qué viene esa penalización de la blasfemia?. ¡Hostias!, si es tan bueno, y tan poderoso, ¿de qué tiene miedo?. ¿Te acuerdas de lo que pasaba aquí en los tiempos de Franco?. Mientras tiranizaba cruelmente a este pueblo, se hacía adorar y venerar por cierto con la connivencia del puto clero. Y cualquier otra forma de pensamiento, sobre todo las que cuestionaban su legitimidad, eran subvertidas y demonizadas. ¿Por qué si no obliga ese dios a que se le ame y se le tema?. ¿Quién es capaz de gobernar un sentimiento? ¿Por qué se venga cruelmente en toda la descendencia de quien osa desobedecerle o desafiarle o apartarle la cara?. ¿Haría eso un dios perfecto e infinitamente bueno?. En verdad te digo, Walker, - dijo con un tono solemne -  que un solo un demoníaco impostor, mediocre, chapucero e insuficiente se tomaría tantas precauciones para que nadie piense ni sea capaz de descubrirle.
-         Hay algunas sectas que bordean ese pensamiento, me parece recordar que los paladistas y los yazidistas están en esa onda. Mira, German, yo soy agnóstico y creo que es el hombre el que crea a su dios a imagen y semejanza. Y el problema viene de que con un solo dios, no hay donde poner el mal.
-         Ya, lo del libro de Job, que ni el que lo escribió es capaz de llegar a una conclusión, más allá de una apuesta entre dos tipejos, a decidir la suerte de un pobre hombre. Y, por cierto, al final pagaron el pato sus hijos, sus siervos y sus animales, que murieron para que él fuera puesto a prueba.
-         Ya, ya. Es otra historia rara.
-         Y sobre esta base, va y se edifica el cristianismo. Una cosa es lo que dijo Jesús de Nazareth y otra lo que dijo Saulo de Tarso, otro pirado. El amor, la religión del amor. ¿Cómo hostias se puede edificar la imagen de un dios amoroso y justo sobre una base de venganzas implacables, cóleras divinas y arbitrariedades?. Así está, lleno de contradicciones que acabaron sembrando cismas y divisiones, algunas de las cuales se zanjaron con derramamiento de sangre entre aquellos que predican el amor. ¡Vaya mierda!
-         ¿Y el Islam?
-         De esos mejor no hablamos, no vaya a ser que los que predican la paz, respetan a los cerdos y miran a dios con su ojo más sucio vengan con el cuchillo afilado, o forrados de explosivos a darnos por el culo. Así que mejor me callo.
-         Mejor así, Germán. Esos dan miedo y se les está cogiendo ganas.
-         Pues entonces, Walker, ahora comprendes por qué digo las blasfemias que digo, esas que ponen de los nervios a la zorra tetona esa de la bata rosa.- Me musitó al oído.
-         ¿A Margarita?.
-         A esa.
-         ¡Vaya!

Margarita, ajena a esta conspiración que se tramaba en torno a ella, seguía paseando a su protegida, como quien lleva un perrito faldero. Vicenta por su lado seguía buscando plena de avidez algo que llevarse a la boca.

-         La que sí que está buena, es la tuya, Walker.
-         ¿La mía?
-         Si, joder, sí… la tía esa que te gusta. Esa sí que está buena. Todo un pedazo de hembra.
-         No hables así de ella, Germán. – Le medio supliqué muy serio –
-         Tú también le molas, he visto como te mira… ahí hay feeling
-         ¿De qué hablas?
-         La he visto mirándote cuando tú no la miras igual que tú le miras a ella. La he visto apartar la mirada cuando tú la miras. Entre vosotros hubo algo, ¿verdad?.
-         Quizá – Respondí un poco seco, pero muy intrigado –.
-         Ya, ya… no sé lo que hay entre vosotros, pero ¡vaya cómo te mira!. Más de la cuenta. Y esas cosas no se me escapan, Walker.

Me quedé tan perplejo que no supe qué decirle.

-         Bueno, ahora voy a torturar un poco a la zorra tetona esa.
-         No te pases, Germán. No es más que una pobre mujer.
-         ¿La de la bata rosa o la tuya?.
-         Esto… - balbuceé – Las dos, Germán, las dos. Pero es más triste lo de Margarita, aunque nos moleste tanto.
-         Bueno, es igual, voy a regalarle un poco el oído.

Y dicho esto se levantó, se acercó sigilosamente a la espalda de Margarita y a voces profirió una salvaje blasfemia que hizo que la mujer diera un brinco y se alejara gritando




     -         ¡Vade retro, hijo de Satanás…!

Germán regresó al butacón con semblante triunfal y conteniendo la risa.


               -         Me ha llamado Mesías. El Cristo y el Anticristo, son la misma cosa, Walker, la misma.

No está tan loco este Germán. Es posible que haya conocido una tercera dimensión. Por otro lado, sus últimas palabras me llenan de intriga y, a la vez, de esperanza. Algo que anida en mí como un veneno que fluye por las venas. ¿Será verdad que me mira como yo la miro a ella?.

Quizá mañana las nubes que cubren el cielo dejen pasar algún rayo de sol.

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