Toda la locura encerrada en la Muralla de Lugo

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Ocurrencias Delirantes

14 de agosto de 2013

OCURRENCIA DELIRANTE XXXI

- Y… ¿hace mucho que está usted notando esto?, señor Walker
- Quizá un par de meses o así, doctor.
- Ya. He echado de menos sus comentarios en el blog
- La verdad, doctor, ya no se me ocurre nada que escribir. Todo parece tan lejano, tan irreal… Hasta usted me parece irreal, doctor. No se ofenda
- No, no… si lo entiendo. 

Hacía mucho tiempo que no hablaba con el doctor Fouce. Tiene razón, también hace tiempo que no escribo nada en el blog. Es como si todo este frenopático bidimiensional se estuviese diluyendo en la nada, como un chorro de colorante en una bañera de agua. En estos dos meses todo me parece absurdamente irreal. Y siento que ya no pertenezco a este mundo.

- Doctor, quiero irme de aquí.
- Aún no es el momento, señor Walker. Sí, creo que esto que me dice usted se corresponde con una mejoría importante de su patología, pero creo que aún es pronto para que usted pueda salir del hospital. Además su salida de aquí no sería por los cauces habituales.
- ¿Cómo dice?. Eso no lo entiendo.
- Si, verá. No va a necesitar que nosotros le demos el alta y le invitemos a salir del hospital, no. Creo que será… en fin, algo diferente. 
- ¿Diferente?
- Sí… quizá un día… pues eso… que usted abrirá los ojos y se dará cuenta de que ya no está aquí.
- ¿Como lo de la enfermera?
- Efectivamente, señor Walker, como lo de la enfermera.

Es algo curioso. No la he vuelto a ver. Pensé que la habían trasladado o que se había ido de aquí. Un día me atreví a preguntar. Primero haciéndome el sueco, “sí, hombre aquella enfermera delgada que…”. Pero no la conocían. Luego pregunté dando su nombre. Me dijeron que nunca había trabajado allí. Al principio, pensé que era una suerte de broma pesada que me estaba gastando el personal. Yo la había visto. Ella me había hablado. Incluso la vi reñir a Pelusa. Pues no. La respuesta era invariable: nunca había trabajado aquí. Nadie la conocía.

Un día hablé de ello con el doctor Fouce. Se quitó las gafas y me miró extrañado, pero lejos de responder a mi pregunta me hizo darle una serie de detalles. De cuál había sido mi relación con ella y demás. Revisó la historia y asintió. Le recordé que había estado presente en alguna de las entrevistas que habíamos mantenido. 

- No, señor Walker, siempre entrevisto a los pacientes en mi despacho a solas, no quiero que haya terceras personas, sólo cuando visito en las habitaciones a los enfermos más graves o con riesgo de agresión permito que haya personal presente. No, nunca estuvo nadie más que usted y yo en el despacho.

La entrevista de hoy me ha dejado muy descolocado y confuso. ¿Es posible que haya podido estar tan loco como para ver y oír cosas que no existen?. Y la respuesta de hoy me ha dejado muy inquieto a la vez que esperanzado. Tal vez nunca haya existido este frenopático. Tal vez nunca haya estado aquí. Tal vez todo haya sido una pesadilla.

Tampoco encuentro ya a Germán. No sé a dónde ha ido. Y lo más extraño, tampoco me importa lo más mínimo. Es raro… tanto tiempo juntos, escuchando sus extravagancias y sus salidas de tono de adolescente y ahora no lo echo de menos. Ni si quiera puedo decir desde cuándo falta. Igual que la enfermera. Un día me di cuenta de que hacía tiempo que no la veía por la planta. Y me dio igual. Pregunté por curiosidad, pero la respuesta de que no la conocían sí que me dejó desconcertado.
Pero ahora me entra miedo. ¿Qué va a ser de mí?. ¿A dónde voy a ir, lejos de este hospital?. ¿A qué voy a dedicar mi vida a partir de ahora si dejo atrás mi locura?. Mi locura… mi locura…

Mi desazón es aún mayor. Querido lector, quizá ésta sea una de las últimas entradas que edito en este blog. Porque ya no estoy seguro ni de mi nombre. ¿Green Walker?. Por qué Green Walker si no nací en Inglaterra ni mis padres son extranjeros. ¿Green Walker…?. Ese nombre ya está empezando a no decirme nada…